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Un encuentro con
Sarmiento |
Como toda la gente importante,
Sarmiento es una figura muy respetada y también muy
discutida. Porque hizo y dijo muchas cosas, con las que se
puede estar o no de acuerdo. En esta “entrevista”,
enterate de qué pensaba y fijate qué tan de
acuerdo estás vos.... |
Domingo Faustino Sarmiento nació
en 1811, en San Juan. Aprendió a leer de corrido a
los cuatro años, de la mano de su padre y de su tío.
Asistió a la “Escuela de la Patria”, pero
prácticamente no fue ni a la escuela primaria ni a
la secundaria: entonces se convirtió en autodidacta.
Cuando era todavía muy joven, comenzó a administrar
la tienda de campo de su tía, Angela Salcedo, mientras
leía sin parar.
Entrevistador: ¿Es
verdad que le gustaba tanto leer?
Sarmiento: La Historia de Grecia la estudié
de memoria, y la de Roma; y esto mientras vendía yerba
y azúcar, y ponía mala cara a los que me venían
a sacar de aquel mundo que yo había descubierto para
vivir en él. Por las mañanas, después
de barrida la tienda, yo estaba leyendo, y una señora
pasaba para la Iglesia y volvía de ella, y sus ojos
tropezaban siempre con este niño inmóvil, sus
ojos fijos sobre un libro, por lo que, meneando la cabeza,
decía en su casa: “¡Este mocito no debe
ser bueno! ¡Si fueran buenos los libros no los leería
con tanto ahínco!”.
Entrevistador: Usted
casi no fue a la escuela. ¿Por qué, entonces,
las escuelas le parecen tan importantes?
Sarmiento: Es la educación primaria
la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Todos
los pueblos han tenido siempre doctores y sabios, sin ser
civilizados por eso. Son las escuelas la base de la civilización.
Entrevistador: ¿Y qué
significa educarse para usted?
Sarmiento: Educarse es simplemente ser un
hombre libre.
Entrevistador: Se dice que
a usted no le gustaban nada los gauchos...
Sarmiento: La vida del campo ha desenvuelto
en el gaucho las facultades físicas, no las de la inteligencia:
es fuerte, altivo, enérgico. Sin ninguna instrucción,
sin necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia, como
sin necesidades, es feliz en medio de su pobreza y de sus
privaciones, que no son tales, para el que nunca conoció
mayores goces, ni extendió más altos sus deseos.
Entrevistador: ¿Y por
qué piensa usted que son así?
Sarmiento: La necesidad de manifestarse con
dignidad, que se siente en las ciudades, no se hace sentir
allí, en el aislamiento y la soledad. Las privaciones
justifican la pereza natural. La sociedad ha desaparecido
completamente; queda sólo la familia aislada; y no
habiendo sociedad reunida, toda clase de gobierno se hace
imposible, la policía no puede ejercerse y la justicia
civil no tiene medios de alcanzar a los delincuentes.
Entrevistador: ¿Y qué
habría que hacer para ayudar a esa gente?
Sarmiento: Todos los problemas son problemas de
educación. Si peleamos por la educación, venceremos
a la pobreza. |
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Temas destacados |
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Un capataz loco |
En 1831, con sólo veinte años, Sarmiento debió partir hacia Chile por no compartir las ideas
del entonces gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Durante su exilio fue escenógrafo,
minero, mozo, periodista... También trabajó en una chacra cuyo dueño comentó una
vez: “Tengo un capataz loco que se pasa horas leyendo en voz alta entre los árboles. Cuando se
le pregunta qué lee, dice que está estudiando para ser presidente de la Argentina”. |
Pequeña trampa |
En 1845, Sarmiento publicó en
Chile “Facundo”, su libro más famoso.
Rosas había prohibido que en nuestro
país se leyeran las cosas que él escribía
pero Sarmiento logró esquivar la
prohibición: hizo entrar decenas de
ejemplares en un paquete rociado
con Azafétida, un medicamento
de un olor horrible, acompañado
por una carta en la que decía que
contenía medicamentos contra la
coqueluche (una enfermedad
muy contagiosa). Ningún empleado
de correo se atrevió a abrirlo
y así comenzaron a circular los
primeros ejemplares de Facundo
en nuestro país. |
A favor
de la gramática |
En 1856 Sarmiento era Inspector General de Escuelas,
llegó a un establecimiento y comprobó que los alumnos estaban
“flojos” en gramática, así que se lo hizo saber al maestro. Éste le
respondió que no creía que fuesen importantes los signos de
puntuación. “¿Que no? Le daré un ejemplo”, retrucó Sarmiento.
Tomó una tiza y escribió en el pizarrón”: “El maestro dice, el
inspector es un ignorante”. “Yo nunca diría eso de usted, señor
Sarmiento”, se defendió el maestro. “Pues yo sí”, respondió el inspector
tomando una tiza y cambiando de lugar la coma. La frase
quedó así: “El maestro, dice el inspector, es un ignorante”. |
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